martes, 13 de octubre de 2009

Experiencias Autogestivas en los barrios

Poco se habla y poco se estudian en el mundo académico/universitario las distintas alternativas impulsadas desde la clase trabajadora para llevar adelante sus vidas con dignidad y sin necesidad de depender de un “patrón”.
Ya hacia fines de la década pasada (caracterizada por grandes niveles de desempleo), pero sobre todo después de la crisis del 2001 que afectó ampliamente a los sectores populares; los mismos comenzaron a repensar sus estrategias de subsistencia basándose (al contrario del individualismo predicado en todas partes) en la solidaridad con los pares a partir de distintas experiencias: desde generar ollas populares, clubes de trueque, comedores, puestos de salud en los barrios, compras colectivas, huertas comunitarias, hasta llegar en muchos casos a formar pequeños emprendimientos que suplieran al menos por el momento la falta de empleo de estas personas. Muchas de estas experiencias se propusieron, de la mano de los movimientos sociales presentes en el territorio, resignificar los asistencialistas planes “jefes y jefas” e invertirlos de alguna manera en estas pequeñas iniciativas, caracterizadas por la participación de todos sus miembros tanto en las decisiones que se tomaban como en los trabajos a realizar.
A partir de esto fueron apareciendo productivos en los que cada uno aportando lo que podía, basándose en sus conocimientos previos u oficios, y con iniciativa para aprender, comercializaban en la zona desde productos de panadería, frutas y verduras, ropa o manualidades, hasta servicios de carpintería, construcción o herrería, llevando adelante verdaderas organizaciones que continúan creciendo y consolidándose hasta el día de hoy. Para muchos de sus miembros esta “salida de la crisis” dejó de ser una alternativa para “zafar” y pasó a significar una verdadera forma de trabajo digno, basado en la participación, la autogestión, el esfuerzo propio y la ayuda mutua. Trabajo en el cual cada uno se siente realmente dueño de su destino y los frutos del mismo son para la consolidación de sus proyectos; muy diferente de todas las formas de empleo (en negro en su mayoría) que habían conocido anteriormente y es por esto que decidieron darles impulso y apostar fuerte incluso después de la “recuperación y estabilidad económica” donde muchos otros volvieron a sus changas habituales.
Hoy por hoy varios de estos productivos están constituidos como cooperativas de trabajadores, buscando darle una mayor estabilidad a sus integrantes, intentando superar las dificultades que presentan la competencia con empresas capitalistas (economías de escala, costos bajos, marketing, monopolios, etc.), la falta de recursos para emprender la producción de grandes cantidades, el bajo acceso al crédito y lo costoso que es contar con algún “especialista” que pueda ayudar tanto en la parte administrativa (para mejorar los procesos internos de planificación) como en lo contable-impositivo y otras tantas responsabilidades que también deben afrontar.
Sin embargo este “tercer sector”, como suelen llamarlo, asombra cada vez que uno lo estudia y es fácil advertir que tiene un gran potencial, lo que ha demostrado sobreviviendo incluso bajo las condiciones anteriormente enunciadas. Es así que estos proyectos con el tiempo y la experiencia han logrado hacerse de sus principales armas, entre otras:
• la diferenciación y concientización apostando a un consumo crítico y responsable, remarcando que su producción:
- genera trabajo digno y autogestivo, sin explotación de ningún tipo.
- se basa en nuevos valores como igualdad, solidaridad, libertad, justicia, equidad, confianza en el otro, dando también gran importancia al núcleo familiar,
- se realiza con respeto por la naturaleza y la biodiversidad,
- es de elaboración natural, sin agregados ni conservantes,
- y tiene un impacto positivo en el barrio o la zona donde se asienta: directamente generando trabajo e indirectamente impulsando proyectos comunitarios de salud, alfabetización, talleres abiertos de capacitación, etc.
• la organización de redes o federaciones en las que distintos emprendimientos de este tipo se apoyan unos a otros (la unión hace la fuerza).

Podríamos seguir enumerando características acerca de dichas organizaciones, sin embargo no pretende ser ese el objetivo de la nota, ni tampoco el hacer un análisis exhaustivo de la naturaleza de las mismas; simplemente creemos que es importante en primer lugar conocer su existencia, su forma de trabajar, las prácticas que impulsan tanto al interior de las mismas como en la comunidad en la que se insertan y en segundo lugar impulsar el debate acerca de cuánto aprendemos sobre estos emprendimientos económicos dentro de nuestra facultad y si lo creemos o no necesario. Obviamente desde nuestro punto de vista lo es, tanto por la incidencia real que este sector tiene en la actividad económica, como por lo que los mismos representan; y vemos que con la formación para la gran empresa que tienen actualmente nuestros egresados no estamos preparados para ayudar al pueblo que se organiza solidariamente. Por ejemplo, quien ayude a gestionar una cooperativa de trabajo no podría bajo ningún punto de vista recomendar un “recorte de personal” ante una caída en las ventas, como sin dudar lo haría un gerente ejemplar en una multinacional y es ahí que nos damos cuenta que la realidad no es tan sencilla como un problemita de libro de texto. Entonces se hace evidente la necesidad de repensar todo lo que aprendimos, lo que deberíamos cambiar de nuestra concepción “maximizadora del beneficio” y los aportes que se pueden hacer (muy necesarios) para ayudar al desarrollo y crecimiento de estas experiencias genuinas, y esto no se consigue de otra forma que desde la práctica concreta, conociendo, escuchando, analizando, básicamente trabajando juntos.
Un espacio que trata de dar respuesta a las falencias de la educación universitaria, trabajando a la par de estas experiencias autogestivas, es el Taller de Asesoramiento a Productivos (TAP) formado por estudiantes y graduados de la UNLP. Este Taller trata de darle un rol social al conocimiento y de ponerlo en práctica adaptándolo los principios de una verdadera economía social.
Creemos que es necesario emular estas experiencias en todos los lugares que sea posible, para cambiar la realidad y sumar al proyecto a la mayor cantidad de personas interesadas que compartan esta forma de ver la realidad.
Si te interesa la propuesta podes conocerla a través de nuestro blog: blogdeltap.blogspot .com.ar o mediante mail a correodeltapmail. com.ar.


Economía Solidaria… ¿¡¡What!!?
Si señores! aunque parezca extraño ver a estas dos palabras juntas esto existe, y ha sido investigado (aunque marginalmente) por distintas personas llegando a tener no solo una denominación propia sino también a conformar todo un campo de estudio. Ahora… cómo hicieron para juntar a la “economía” asociada al mundo de lo racional, privado, competitivo, con el rey mercado como estandarte; con la “solidaridad” que para todos proviene del plano completamente subjetivo y ha sido bastante olvidada en su práctica, es un gran interrogante. Básicamente estos autores hablan de incorporar a la solidaridad en la economía tanto en su teoría como en su práctica, y no como muchos economistas ortodoxos pretenden hacer aplicando algo de “caridad” redistributiva y resolviendo los problemas que no se pudieron solucionar una vez que el perfecto mercado actuó. En esta nueva forma se pretende afectar tanto la producción, la circulación, el consumo y la acumulación, desarrollando cada una solidariamente y en un sentido profundo dando lugar a un nuevo modo de hacer economía y a una nueva racionalidad económica.
Dado que la economía tiene muchos aspectos y está constituida por tantos sujetos distintos, y a su vez la solidaridad tiene tantas formas de manifestarse, es de esperar que la economía solidaria se presente de muchas y muy variadas maneras pero fundamentalmente con un espíritu crítico y transformador de las estructuras actualmente vigentes. Distintas personas, desde sus lugares y experiencias concretas, van proponiéndose prácticas económicas solidarias a partir de distintas razones y para solucionar distintas necesidades, con lo cual este es un gran espacio al cual acceden una gran diversidad de grupos y es allí donde como dice Luis Razeto Migliaro “se conocen, intercambian sus razones y experiencias, se aportan y complementan recíprocamente, se enriquecen unas con otras.”
Un ejemplo concreto fue el que contamos anteriormente, que proviene desde los sectores de más bajos recursos, donde la necesidad de subsistencia los llevó a organizarse solidariamente con otros en su misma situación, sin embargo hay rasgos de la economía solidaria en muchas experiencias: prácticas domésticas con preponderancia del rol de la mujer, en las prácticas comunitarias de los pueblos originarios, en quienes recuperan las fábricas vaciadas y con ellas sus puestos de trabajo, en las organizaciones no gubernamentales (ONGs) que impulsan un desarrollo igualitario, en los movimientos sociales y políticos, en los grupos ecologistas, y hasta en espacios religiosos que no solo predican sino que practican la “ayuda al prójimo”, etc; como puede observarse son todos grupos que realizan de una u otra forma actividades económicas, pero en las cuales la intencionalidad última no es el lucro y cuyas prácticas están fuertemente impregnadas de un sentido solidario. Este sector está desarrollándose cada vez más y ampliando sus ámbitos de aplicación con lo cual se hace necesario conocerlo, estudiarlo e impulsarlo para que desde prácticas concretas demostremos que otra economía, como paso hacia otra sociedad es posible.

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